Muchas veces me he preguntado por qué un vehículo del porte y la categoría del Volkswagen Phaeton no ha triunfado en el mercado de las berlinas premium. Son varias las explicaciones que me vienen a la mente pero hay una que me atrae poderosamente sobre las demás. El segmento F es un segmento dominado por unos pocos. Yo establezco tres posiciones bien diferenciadas en la cumbre. De un lado, habría que señalar al trío de los todopoderosos alemanes representado por el Clase S de Mercedes, el Serie 7 de BMW y el A8 de Audi. Esta terna es la responsable de la mayor parte de las ventas del pastel en la categoría. Tenemos otros modelos que pertenecerían a este segmento igualmente, por razones evidentes, pero no entran a formar parte de los «Top Seller» por causas en las que no voy a entrar, salvo que me obliguen a ello. ¿Quién no ha querido sentarse a los mandos del espectacular y señorial Jaguar XJ o a los del confortabilísimo Lexus LS, por no aludir a la envidia que despierta el paso de un extraordinariamente llamativo Porsche Panamera?. Pues bien; estos tres modelos no se venden, comparativamente hablando, ni la enésima parte que sus amigos alemanes del trío de ases citados al principio del post. Pero aún me queda la tercera categoría dentro del segmento F, según mi criterio divisor. ¿Os suenan vehículos como el Maserati Quattroporte, el Rolls Royce Ghost (y no digamos el Phantom), el Bentley Flying Spur (y no digamos el Mulsanne) o el Aston Martin Rapide?.

Todos y cada uno de estos vehículos citados pertenecen al prestigioso segmento F, segmento al que pertenece también el VW Phaeton, coche que, por cierto, probé en el pasado, constatando personalmente que estaba a la altura de las circunstancias sin ninguna duda con respecto a sus más directos rivales. Entonces la pregunta es ¿por qué los demás sí se venden en mayor o menor medida y el Phaeton no?.
Cada Phaeton nuevo que sale de la impresionante factoría de Dresde, supone una pérdida para el Grupo VW de casi 30.000 euros, por lo que es fácil intuir que Volkswagen está pensando la manera de retirarlo del mercado o de crear un modelo diferente y orientado a un público menos encasillado y exclusivo. Sin embargo, el Fabricante de Wolfsburg ha anunciado que va a romper esquemas con la nueva generación del Phaeton que esperan sacar al mercado en los próximos años. La próxima generación empleará la nueva plataforma modular MLB, que también usarán las berlinas de gama alta de Audi, Porsche y Bentley, con lo que el ahorro en costes será importante en este sentido.

Sin embargo, mi opinión personal sobre el particular va por otros derroteros. Para mí, el VW Phaeton, aunque digno competidor de su hermano de los cuatro aros, el A8, o del Serie 7 de BMW, o del Clase S de Mercedes, tiene un lastre fundamental que importa, y mucho, a estos niveles de adquisición. Lleva en la calandra un logo de VW (el coche del pueblo). Ese logo y el Espíritu del Éxtasis no tienen mucho que ver, ¿cierto?. Tampoco es que esté comparando al Phaeton con un Rolls Royce por este comentario, pero ¿hemos quedado en que pertenecen por méritos propios al mismo segmento, verdad?.


Claramente, desde mi humilde punto de vista, el Phaeton debería renovarse y bajar un peldaño para meterse de lleno en el segmento E, o, si queréis, en uno que podríamos considerar intermedio (y muy de moda ahora) al E y al F, que también existe y que tiene varios representantes impresionantes de diversas marcas, algunas de lujo, otras premium y otras no tanto. Me refiero por ejemplo al nuevo Hyundai Genesis, al posible Kia K900 (ahora no se comercializa en España), al Infiniti Q70, al Lancia Thema, al Maserati Ghibli, al Tesla Model S (Veremos qué futuro le depara por sus particularidades) o al Volvo S80. ¡Se me antoja que esta posibilidad le daría mercado al Phaeton y de qué manera!. Jamás un cliente «premium» aspirante a gastarse más de 100.000 € en un coche, soportó que, junto a su joya de concesionario, ensombreciera el particular brillo de su Phaeton un Golf de 17.000 € o un Polo de 11.000 € y no digamos un Up. No son coches que debían compartir espacio con un majestuoso «tanque» del segmento más alto en la escala automovilística. En Volkswagen se llegó a pensar en una área exclusiva para el Phaeton dentro del mismo concesionario, pero aparte (algo al estilo BMW y Mini). Esto no debió de ser una buena idea ya que no llegó a aplicarse, que yo sepa al menos. En este punto, quisiera pararme a reflexionar sobre los espacios compartidos. ¿Qué pinta entonces un glamuroso Serie 7 al lado de un «simple y barato» Serie 1?. Y por extensión, ¿qué pintan en el mismo concesionario un BMW 760 I de 160.000 € al lado de un BMW 114 I de poco más de 20.000 €?. ¡No cuadra!. Para mí, el asunto es la asociación de los modelos a Marca Premium o a Marca Generalista y no hay más vuelta de hoja. Volkswagen no es una Marca Premium y colocar en el mismo pedestal a un «cuatro aros» como el A8 (y además, hermano de casa) y al Phaeton, se percibió directamente y desde un principio como un «sacrilegio». Una «rara avis» como el Phaeton entrando a formar parte de la familia de los más privilegiados… como que no. Creo que este coche se merece una segunda oportunidad, como diría el gran Paco Costas, pero compitiendo en otra liga. Un Phaeton de última generación competiría cara a cara con los sedanes más exclusivos de marcas muy diversas, entre las que estarían algunas generalistas, con sus máximos representantes que sí son realmente coches premium, otras premium, como sería el caso del Infiniti Q70 y otras de gran lujo, como demuestra la presencia de, nada menos que un Maserati Ghibli. Desde mi punto de vista, éste es el único mercado posible para ese nuevo Phaeton que está en ciernes. Para ello, tendría que decrecer unos centímetros y acercarse a los 5 metros, pero por debajo, tener unos acabados dignos de los mejores y mostrar una tecnología a la altura de las expectativas. En relación con las mecánicas, a mí me sobra la de 8 cilindros, aunque no hay por qué descartarla. De aquel W12 de 6.0 L y 450 CV ni hablamos. Si el Sr. Ferdinand Piëch hubiera sido un poco más parco en sus exigencias casi delirantes en su día, probablemente no se habría dado esta situación de pérdidas continuadas luchando contra no se sabe bien quién o qué. Pero al final, el peor error monumental, siempre desde mi pequeña óptica, fue intentar convencer al público objetivo de ese tipo de coches, de que la llegada de una nueva berlina de superlujo de la marca VW iba a revolucionar el mundo del automóvil, cuando es bien sabido que este público es francamente difícil de mover de sus posiciones respecto a algo. Nos pasa a todos, pero a medida que te puedes permitir más «alegrías», aumenta el inmovilismo en este sentido. Cuando probé hace años el vehículo, pude sentir de primera mano que estaba ante un grandísimo automóvil, capaz de plantarle cara a cualquiera de sus competidores y, por qué no, de batir en muchos aspectos a unos y otros. Lástima que sus creadores no cayeron en la cuenta de que su máximo enemigo no iba a ser el Clase S (objetivo principal a batir por el Sr. Piëch), sino la tiranía de los prejuicios.