
Coincidiendo con la llegada al mercado de la séptima generación del A6, allá por 2012, tuve la oportunidad de probarlo durante un buen rato por cortesía del comercial del importador para Canarias de la Marca, Domingo Alonso.
Se trataba de la versión de gasolina con motor V6 y 204 CV de potencia. Esto de los 6 cilindros dos años después, es casi una ficción, porque han venido siendo sustituidos por motores de 4 cilindros turboalimentados por cuestiones relacionadas con el medio ambiente y las emisiones, aunque Audi los mantiene aún en sus motorizaciones medias.
El coche venía equipado de cine, con cambio Multitronic de 8 relaciones, con navegador profesional, con equipo de música de alto rendimiento, con faros bixenón adaptables, tracción quattro…
La primera sensación que tuve nada más subirme fue la de grandiosidad, espacio para todo, perfecta armonía y una ergonomía fuera de toda duda. Encuentras tu postura al volante sin gran esfuerzo dada la multitud de reglajes (eléctricos y con memoria en este caso). La llave era de las que llevas en el bolsillo y arrancas sin más. Ya he comentado que venía bien cargadito.

Pulsé el botón del arranque y nada se oía a bordo. Ya tuve una experiencia similar hace muchos años en Salamanca, cuando una buena señora me pidió que la ayudase porque no sabía cómo insertar la marcha atrás de su flamante Audi 100 2.8 E, con motor V6 de los de entonces (hablo de los años 90). En aquella época, yo sólo soñaba con esos coches y leía mucho acerca de sus numerosas virtudes y sus escasos defectos. Recuerdo aún revistas del sector exponiendo, para ese modelo en concreto sus virtudes:
-
Excelente confort y equipamiento.
- Excelentes cualidades dinámicas.
- Increíble silencio interior.
- Acabados impresionantes.
Los defectos eran los siguientes, si no recuerdo mal:
- Consumo excesivo a alta velocidad.
- Colores tristes y precio elevado.
¡Vamos, algo de locos!. ¡Colores tristes y precio elevado…!. Supongo que se trataba de poner algo en el casillero de lo malo por no dejarlo en blanco.
Volviendo a mi experiencia con aquella señora, os puedo asegurar que aquel fue un punto de inflexión fundamental en mi locura por los coches. Al entrar a bordo de aquella nave espacial, que para mí lo era, cerré la puerta y observé pasmado todo aquel lujo (yo no estaba acostumbrado por entonces a eso). El climatizador bizona no sonaba, pero mantenía una temperatura excelente a bordo. El motor, para mí, estaba apagado, con lo que giré la llave en dos ocasiones hasta que advertí que el cuentarrevoluciones tenía vida propia, por lo que entendí rápidamente que aquel coche ya estaba encendido. Metí la marcha atrás y al revolucionarse no sonaba. ¡No me lo podía creer!. Cuando le devolví el coche a la señora no pudo más que darme las gracias. Yo le dije que había sido un placer ayudarla y le mostré cómo se insertaba la marcha atrás.

Poco tiempo después, el destino quiso que una importante revista del sector publicara una prueba de aquel mismo modelo que había movido yo unos días antes. El título era una losa: «Dueño del silencio». Aquello corroboraba absolutamente mis sensaciones a bordo de ese coche. Leí con atención el artículo y gran parte de las vivencias que yo había tenido en ese pequeño lapso de tiempo, las había tenido también el probador durante su «review».
Con los años, volví a subirme a uno, éste ya el modelo 2012, el de ahora, y para probarlo bien. La experiencia no pudo ser más positiva. Silencio absoluto a bordo, confort impresionante, equilibrio general a niveles muy altos en todos los aspectos, atmósfera envolvente y sumamente cálida, acabados dignos de las mejores obras de arte y un ambiente muy orientado al placer de conducir y al disfrute en su más genérica expresión. La postura de conducción se encuentra muy rápidamente dados los muchos reglajes a disposición del conductor (en este caso eran eléctricos y con memorias). Se nota que el coche está fabricado para dar el mayor confort, no sólo a su dueño, sino a todo aquel que pueda sentarse en cualquiera de sus cuatro butacas (la quinta plaza, como siempre penalizada). Audi no sólo ha mantenido la calidad del producto en su berlina media, sino que ha afinado a niveles muy altos los parámetros para ofrecer el mayor confort posible y las más excitantes experiencias a bordo.
El callejeo es sencillo a pesar de sus inmensas dimensiones que superan los 4,90 mts. de longitud. El paso por guardias muertos, baches y todo tipo de zanjas presentes en nuestras ciudades, es para este modelo un juego de niños, dejándolos atrás sin que el pasaje observe movimiento alguno en su interior. La orientación al confort es clara, cosa que también, permitían los neumáticos que montaba esa unidad en concreto, los cuales no eran de corte deportivo con perfiles bajos ni nada parecido. He probado coches del segmento, como BMWs Serie 5 que eran mucho más incómodos que este Audi, pero para ser justo, tengo que añadir que los neumáticos que montaban los de la hélice, eran perfil bajo y llanta mayor con mayor anchura, por lo que no puedo comparar en igualdad de circunstancias este parámetro, aunque sospecho que el de los cuatro aros se impondría en este capítulo.
El increíble equipo de música montado, el paquete de iluminación de ambiente, y el tacto de la piel de sus asientos con todo tipo de reglajes y de la madera incluida en el salpicadero y la consola central (muy grande para mi gusto) hicieron el resto. De poner una pega, yo se la pondría al navegador, escamoteable y, desde mi punto de vista, más efectista que otra cosa. No lo digo por el contenido del mismo, ni por su software, ni por su excelente presentación en pantalla de los mapas, sino por el mecanismo en sí, que yo habría incluido en el salpicadero integrándolo sin florituras flotantes.

Por lo demás, sencillo de manejar a pesar de su tamaño, agradable a rabiar en su conducción y con una estupenda apariencia de cara al caché social, que tanto atrae a muchos poseedores de este tipo de máquinas. El problema, como casi siempre en estos casos, es que el precio de este modelo se iba por encima de los 60.000 €, lo cual no lo hará tan visible en las carreteras como algunos quisiéramos.
Como no todo va a ser perfecto, en el debe de la Marca de los cuatro aros, hay que decir que, hoy por hoy, no es fácil distinguir un A4 de un A6 de un A7 de un A8, so pena que seas un gran aficionado a este mundo y, en ocasiones y según el ángulo desde el que lo mires, ni con esas. Señores de Audi, arriesguen un poquito más en los diseños, aunque es cierto que si algo funciona, no debe tocarse, pero un poquito sólo no vendría mal.
Si yo tuviera la capacidad adquisitiva para poder disfrutar de un A8, no me gustaría nada que alguien viniera a decirme lo bonito que es mi A4 y eso, dados los parecidos excesivos entre gamas, podría darse sin necesidad de complicarnos mucho la vida. Esto, por ejemplo, no le sucedería a nadie que observase un MB Clase C, un Clase E o un Clase S.
Por lo demás, sigan fabricando coches con esas calidades y esa capacidad de enamorar a primera vista y a la primera que te sientas en su confortable butaca tras el cuadro de mandos. De las opciones existentes en su categoría, es de las más recomendables por su equilibrio general. No destaca sobremanera en ningún apartado, salvo el de los niveles de terminación excelentes, pero no cojea en ningún punto relevante, cosa que sus competidores no tienen asegurado en absoluto. Hay versiones de 2.0 L muy interesantes, tanto diésel, como gasolina, que parten de precios más «humanos». Para todos aquellos amantes de la Marca, optar a uno de estos modelos «básicos», puede ser una buena puerta de entrada sin irnos más allá de los 40.000 €.